A veces en el VIPS hay ofertas interesantes. Libros de aviones de la II Guerra Mundial, por ejemplo, a todo color y del tamaño de un calendario, a 5 euros. En alemán, eso sí, pero las fotos son tan buenas… Suele haber también buenas ofertas en CDs, libros en otros idiomas o extraños DVDs. El otro día, mientras digería un brownie con helado de vainilla, encontré una edición especial de Amadeus con la versión del director, más calidad de sonido y además en cajita metálica. La gripe, un buen cojín en mis espaldas y un nórdico bastante abrigado contribuyeron a que pasase la mayor parte del día siguiente en el sofá, desde donde volví a asistir, anonadado, al genio de Forman.
Amadeus fue aclamada por la crítica en su estreno, nominada a 11 Oscars (de los cuales se llevó 8) e incluida en la lista de las 100 mejores películas de la historia por el American Film Institute en el puesto 53. A pesar de la rigurosidad histórica, algunos señalaron que la relación Mozart-Salieri de la peli no era del todo fiel a la realidad. Parece ser que el compositor italiano nunca fue un enemigo del austriaco, más bien lo contrario, era su gran colega e iban juntos por Viena de cañas y a comer frankfruters.
Sea como fuere, ¿importan tanto los detalles históricos, la rigurosidad en los personajes, como para quitarle el más mínimo crédito al genio de Forman? El director checo (no podías ser de otro sitio más que de Praga, la ciudad donde todo el mundo sabe de música clásica) no sólo construye un episodio histórico; la peli es un regalo a todos aquellos que aman y se apasionan con la buena música, y tienen la suerte de poder apreciarla.
Rebecca Flint Marx, de allmovie.com, señala que Amadeus es una rareza; “un film dramático hecho por gente que entendía de música tanto como de hacer películas”. Todas y cada una de las escenas en las que Salieri prácticamente llega al éxtasis con la sola contemplación (bien sea en papel o en el escenario) de la música de Mozart son geniales. Mi favorita es tal vez la escena final, en la que Amadeus le dicta el Réquiem a Salieri, sin saber que es el mismo compositor italiano quien se la encargó. De la cabeza del autor al papel, y de ahí a la realidad en la escena siguiente, el proceso creativo y la lógica musical dan lugar, casi por arte de magia, a la belleza.
Milos Forman hace especial hincapié en la contraposición de la vulgaridad de Mozart-hombre frente al genio del Mozart-compositor. Como Cortázar en El Perseguidor, el director nos habla de un autor “de la calle”, pero dueño de una obra que traspasa los límites del arte. Y es que a veces parece ser mejor saber lo mínimo posible de todos aquellos que nos hacen saltar lágrimas con melodías, o que nos dejan una enorme sonrisa en los labios después de acabar alguna novela o cuento.
Recuerdo una entrevista en la que Borges dijo que ser soldado era “una profesión honorable”. Pero por favor, Jorge Luis...