domingo, 30 de diciembre de 2007

Gasolinera en Camboya


Foto: Izaro Ibarra Uriarte

Si Repsol fuera a establecerse en Camboya tendría que empezar invirtiendo en botellas de agua mineral de litro y medio. No sería mala idea por ejemplo un acuerdo con Fuensanta. Cambiando el etiquetado por Repsol-Fuensanta y un pegadizo eslogan (“Dale de beber lo mejor a tu moto” por ejemplo) podrían asaltar el prometedor mercado camboyano.

Bromas aparte, así es como se ve una gasolinera cualquiera en Camboya. Justo detrás estaría el taller y el área de servicio (dos sillas de plástico para turistas, ya que los camboyano no las usan). Al lado de la gasolinera puede que haya una peluquería (una silla frente a un espejo colgado de un árbol), u otra gasolinera de la competencia.

El hecho de carecer de medios materiales no tiene por qué significar la inexistencia del sector servicios. Los servicios se ofrecen a pie de calle, o en improvisados puestos tambaleantes. A pesar de las condiciones, los trabajadores tienen siempre para ofrecerte una sonrisa. Izaro me cuenta que en Camboya la gente, aunque no tiene nada, es amable, sonriente y curiosa.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Miss Teen USA 2007

La pregunta es: "Encuestas recientes han concluido que un quinto de los americanos no son capaces de ubicar a los Estados Unidos en un mapamundi, ¿Por qué crees que esto es así?"

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Vota por Chris "Christmas" Rodriguez para sustituir a Santa este año

miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Eres argentino? Pues no tienes acento…

El acento parece estar unido a la argentinidad más que cualquier otra cosa (exceptuando quizás la psicología). Parece que sin acento no hay argentinidad; es algo intrínseco en la idiosincrasia argentina, como los choripanes, el dulce de leche o Maradona.

Cada vez que alguien descubre que soy argentino me pasa lo mismo: Pero cómo, ¿y el acento? Y entonces me tengo que poner a explicar mis dos registros del castellano, mi historia personal, años y fechas y porquéses. La verdad es que ya estoy un poco hasta los cojones.

La gente pregunta de dónde eres, y quiere oír una sola respuesta. El nombre de un único país, ciudad o pueblo. Y en mi caso eso es imposible. Explicar de dónde soy me supone siempre un dolor de cabeza. Argentino, pero llevo mucho tiempo en Madrid; o llevo mucho tiempo en Madrid pero nací en Argentina. Elijan ustedes, a gusto del interlocutor.

Nací en Argentina y no hubo otro país en mi vida hasta mis diez años, cuando me vine a vivir a Madrid. Llevo por lo tanto muchos años viviendo en España, pero mi familia es argentina (incluidos dos abuelos españoles que vivieron toda su vida en aquel país), mi infancia es argentina, la música que me emociona viene de allí... He ido menos de lo que habría querido, pero cada vez que he estado allí me he sentido uno más. Igual que lo que me pasa en Madrid.

Llegué a Madrid de pequeño, y después de un tiempo el acento se me fue pegando. Al principio me molestaba que la gente no me entendiese (algún compañero me decía que les tratase de “tú” y no de usted, ya que por supuesto no usaba “vosotros”). Y no sé cuándo pero creo que un día decidí hablar como todos los demás, y entonces la gente empezó a entenderme sin problemas.

Pero esto era sólo de puertas hacia fuera. En casa seguí hablando como siempre (esto es, con acento argentino), y tanto fue así que los dos acentos empezaron a separarse como si fuesen dos idiomas diferentes. Empecé a diferenciar cada vez más los registros, y a saltar de uno a otro dependiendo de mi interlocutor. Algunos me llaman chaquetero, pero la verdad es que no puedo evitarlo: prefiero hablar en español con un español, y en argentino con un argentino. El acento parece crear una barrera o una diferencia en la actitud de las personas; los prejuicios y los clichés surgen entonces en todo su esplendor. Y la verdad es que me cago en los clichés.

El caso es que si me diesen a elegir no elegiría ningún sitio, y elegiría los dos. No voy a contestar una sola cosa cada vez que se me pregunte de dónde soy, porque sería mentira. Me manejo por igual en ambos registros lingüísticos, conozco bastante bien ambas culturas e idiosincrasias; en Argentina dan por hecho que soy argentino, en España no creen que no sea español.

¿Es posible ser de dos lugares a la vez? Quiero pensar que sí. ¿Por qué elegir cuando se puede tener tanto el dulce de leche como el jamón serrano?

jueves, 22 de noviembre de 2007

Desde Camboya

Izaro se fue a Camboya. Está visitando a una amiga suya que vive allí desde hace casi un año. Llegó ayer, y hoy he hablado con ella un poco por teléfono.
Lo primero que me dijo fue que le estaba impresionando más de lo que esperaba. Hasta Tailandia el viaje entró dentro de lo conocido; en Camboya aparecen cosas que me cuesta creerle.
No hay asfalto en las calles, por lo que tampoco hay acera. La gente y las motos y todo tipo de vehículos forman una masa uniforme que intenta esquivarse a sí misma. No hay ningún tipo de orden ni semáforos ni nada parecido.
La gente vive en la calle. Se lavan en la calle, comen en la calle, duermen en la calle... Una alemana que conoció allí le comentó que en la India es igual, pero con mucha más gente.
Me cuenta que no ven occidentales. Van caminando y los niños las rodean y las siguen, pidiéndoles dinero, vendiéndoles algo.
Lo primero que vio hoy por la mañana cuando se despertó fue a unos cuantos niños desnutridos trabajando en la calle.
Yo la escucho pero me cuesta creer lo que oigo. Lo comprendo, pero no me lo creo. He visto muchas cosas en la tele, he leído en revistas y periódicos, pero ahora me lo cuenta Izaro. Y todo eso está a sólo unas cuantas horas de vuelo. Está ahí no tan lejos. No tan lejos de la comida que sobró hoy al mediodía, del televisor y el dvd, del ordenador, de los muebles que la gente deja para recoger el tercer lunes de cada mes en el barrio de Salamanca, de la barra de chocolate que me como sin hambre... ¿Quién se puede creer todo esto?
De repente, se me ocurre una palabra: responsabilidad.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Crónica TV

El otro día en la sobremesa Sabi y Diego me empezaron a hablar de un canal argentino, Crónica TV, con una calidad y amarillismo tan ínfimos que realmente parecía una broma. Recordaba haber visto cosas extrañas la última vez que estuve en Argentina pero al ponerme a bucear en Youtube confirmé atónito que la realidad superaba a lo que yo recordaba. Todo en Crónica TV parece una broma. Reporteros que viven descojonándose en directo, historias surrealistas, entrevistados rayando la subnormalidad.
Aquí os dejo un video (real) en el que la reportera de Crónica cubre un accidente. La mujer no tiene el más absoluto reparo en acosar el herido que, todavía tirado en el suelo, responde con la actitud de una estrella del rock. Por último comentar uno de los titulares de la cadena: "Muertas dos personas y un boliviano", para que se vea que el racismo no es exclusivo de Europa y EEUU.
Ver para creer.

martes, 20 de noviembre de 2007

Back in Spain: Primer encuentro con la burocracia española

Debo estar mal acostumbrado. He dicho cosas muy diferentes de Noruega, malas y buenas, pero desde luego siempre admiré su orden y su capacidad de hacer las cosas bien, y fácil.

Tengo que llamar al Ministerio de Educación y Ciencia para pedir unos papeles. Hasta ahí todo bien. Busco el teléfono en internet, dejo una consulta electrónica (que sospecho tardará bastante en ser contestada), y llamo. Tardo aproximadamente 10 minutos en conseguir hablar con alguien, después de llamar varias veces a un 902. Cuando por fin me atienden explico mi problema, y me pasan a otro departamento. Aquí vuelvo a esperar una rato y por fin me atiende una chica que, tras explicarle mi problema, me da el número de teléfono de la centralita. Un poco mosqueado pregunto si ella no sabe de qué le estoy hablando, y me contesta que allí (en Becas) no atienden mi consulta (sobre Becas). Cuelgo y llamo a la centralita, donde tras varias llamadas y esperas me pasan con otro sitio, donde no me contesta nadie. Al rato suena un contestador que me sugiere hacer una de dos:

1- Volver a llamar
2- Contactar con un número, que es... el primero al que llamé.

O bien estoy viviendo en un bucle donde todo se repite, o bien resulta que el ministerio es un laberinto siniestro donde es imposible que alguien te informe de lo que buscas. Nadie sabe nada, se pasan la patata caliente unos a otros, y a veces ni siquiera te escuchan. He pasado casi una hora intentando averiguar algo que estoy seguro en Noruega no me hubiese llevado más de 5 minutos. Y encima a esa gente se le paga con nuestros impuestos.
¿Puedo hacer algo? ¿Cómo me puedo quejar? Sospecho que para realizar una queja el proceso será más complejo aún que lo que estaba intentando averiguar en primer término, y que me quedé sin resolver.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Hoy

Hoy no quiero pensar historias. No quiero buscar adjetivos, no quiero descifrar mis pensamientos. Hoy no voy a escribir pensando, voy a escribir sintiendo. No quiero reflexionar sobre diferencias, no quiero racionalizar mis miedos. Hoy no voy a intentar decir nada, no voy a intentar pretender que puedo decir algo. No quiero buscar en lo más profundo de mí y sacar esas historias increíbles que puede que no haya vivido. No quiero pararme a pensar mientras escribo estas líneas, ni reflejar con estas palabras los gritos de mi corazón. No quiero releer lo que escribo ni corregir nada, ni volver atrás sobre frases mal escritas, frases inconexas, frases no puntuadas, frases sin sentido, frases repetitivas.

Hoy no voy a intentar poner en el papel lo que tengo adentro. No voy a afanarme por conseguir el verbo que busco, sólo quiero dejar que fluyan. Que fluyan mis miedos escritos en una página en blanco, mis miedos y mis alegrías de tener todo esto dentro… dentro de dónde no lo sé. La felicidad es una palabra demasiado grande para describir momentos buenos, momentos dulces sin más. Momentos en los que uno se sienta a escribir y no es capaz de decir nada, pero esas letras… parece que cobran sentido y no lo cobran, parece que dicen algo y no lo dicen, parecen. Hoy no quiero quedarme en una o dos ideas e intentar desarrollarlas, no quiero pararme a pensar si esto tiene o no tiene ritmo, no quiero ponerme nervioso con el blanco, ni corregir infinitamente lo negro. Hoy no quiero decir que estoy vivo, que me siento… me SIENTO. No voy a intentar sacar todo eso de adentro, esas cosas no se sacan. Esas cosas son para dárselas a todos aquellos a los que amas, y los que te aman. Hoy no voy a elegir verbos ni adjetivos ni historias, hoy no puedo reflexionar sobre países ni paisajes. Hoy solo voy a escribir, porque simplemente me da rabia que esta página pueda estar en blanco.

domingo, 14 de octubre de 2007

Pagar por la música en directo

Parece ser que hace tiempo que grupos desconocidos ofrecen su música gratis en internet, pero ahora lo hace Radiohead. El grupo inglés no tiene contrato con niguna discográfica, y sólo ofrece su último álbum (In rainbows) a través de su página web, previo encargo, por el módico precio de: lo que usted quiera pagar. El grupo deja a los fans la decisión de cuánto creen que vale su nuevo álbum; además ofrecen una caja con edición especial del disco y dos vinilos por 40 libras. Prince regaló hace poco su nuevo álbum con el Daily Mail; las entradas para sus siguientes conciertos se agotaron en horas.



¿Nuevas formas de vender música? ¿Seguirán sus pasos otros grupos grandes y dejarán de lado a las discográficas?

La cosa es muy simple, que los que hasta ahora ganaban millones y millones a pesar de contribuir poco o nada a la obra de arte en sí (discográficas y demás intermediarios) dejen de ser los dueños y señores de la industria. La relación artista-fan, directa y sin intemediarios, se antoja mucho más rentable para ámbas partes. Claro que estos grupos se apoyan en una extensísima base de fans que compraron sus discos por las vías tradicionales, pero también sabemos que numerosos grupos se dieron a conocer por el boca a boca, cassette a cassette y ahora mp3 a mp3.

Música gratis, y ven a mis conciertos. La gente irá, porque la gente ama ir a los conciertos de sus grupos preferidos, y esto no parece que vaya a cambiar. Nuevas formas en la industria, que esperemos deje de lado definitivamente a aquellos que se lucran con el arte y el dinero de los demás.

La cosa es interesante; esperemos que funcione.

sábado, 13 de octubre de 2007

Web 2.0

jueves, 11 de octubre de 2007

Ventisca en Islandia

Música: Sigur Ros

sábado, 29 de septiembre de 2007

Estados del bienestar

Estamos en septiembre y aún así hoy por la mañana al ir a abrir la cadena de mi bici la llave no da vueltas ya que está casi congelada. Eso debe significar que el invierno está otra vez con nosotros, y que lamentablemente no dio tregua. El verano no existió y el otoño es imperceptible en Bergen, así que "velkommen" otra vez lluviosa y fría estación.
Pese a todo mi cabeza sigue creyendo que estamos en otoño ya que soy hombre de crisis-de-estaciones-de-transición y éste año tampoco ha faltado.
Mientras bajaba por Klostergate hacia el centro pensaba deprimido en lo triste que estaba hoy, y aunque normalmente un rato pedaleando me devuelve la alegría hoy al meter la lleva en la cadena de mi bici no conseguí abrirla. Inevitablemente reparé en el resto de la gente a mi alrededor que sí parecía estar alegre (o por lo menos más alegre que yo), paseando despreocupadamente por el centro de una de las pocas cuidades-pueblos-grandes de este país, uno de los más ricos del mundo. Mientras pasean piensan qué van a comprar, qué van a hacer esta noche, qué ponen en el cine... Y realmente su despreocupación me causa envidia... Sí, envidia, sana o no sana, no lo sé aún, y aunque tengo la suerte de aquel 30% de la población mundial que vive en el mundo desarrollado me considero con menos suerte que un noruego medio.
Y entonces pienso: ¿Pero no se trata de eso el estado del bienestar, de hacer que la gente tenga las cosas más fáciles? Sí, pero también no consigo evitar pensar que los noruegos a lo mejor lo tienen "demasiado" fácil. Y pongo esta palabra entre comillas porque todavía no estoy seguro.
Admiro el sistema, admiro profundamente el modelo, pero también pienso, como gran parte de los extranjeros de aquí, que los noruegos están "spoiled". Malcriados, acostumbrados a esforzarse poco, a dar las cosas por hecho y a no preocuparse demasiado por nada, viviendo en una burbuja que han construido con ayuda de la suerte de haber encontrado petróleo y de espaldas al mundo... Ya está, he soltado la frase de corrido porque si la hubiese pensado no la hubiese escrito ya que es todo lo que no me gusta: simple y tópica. Y sin embargo creo que tiene algo de verdad. Por supuesto elijo este a otros modelos de más al sur, donde tus oportunidades dependen de cuánto pueda ayudarte tu familia, o de si tus abuelos te dejan para una entrada de un piso, o de si tu tío conoce a tal de cual empresa que te puede dar curro, o de si no tienes otra que apechugar y buscarte la vida como puedas.
Aquí el estado de ayuda, te escucha si necesitas algo, te provee de todos los medios imaginables para que tú sólo pongas las ganas, y ese es el problema, que a veces se ven pocas ganas... No lo sé, hoy no lo veo tan claro... Será que hoy mi estado no es del todo lúcido, y no consigo ver con claridad este estado de las cosas... O será que hoy cuando he ido a abrir la cadena de mi bici no he podido, y entonces he tenido que bajar andando, aunque me parece que esto ya lo he comentado.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Un sueño

Anoche tuve un sueño. Fue más o menos lo siguiente:

Yo estaba en un restaurante. Era un bebé y estaba en un carrito, y miraba comer a mi madre. Como no podía moverme del carrito y estaba hambriento empezaba a llorar. Debido a la ansiedad que la situación me provocaba, inmediatamente crecía hasta convertirme en un hombre gordo de unos 50 años. Salía del restaurante y me dirigía a una cabina de teléfonos. Rápidamente marcaba el número de una pizzería, y ordenaba una grande de mozzarella. Al cabo de un rato me empezaba a sonar el zapato y descubría que era un teléfono. Al atender la llamada era la pizzería, que me comunicaba que mi pizza en vez de media hora iba a tardar 20 años y cuando llegase tendría que casarme con ella. La idea de compartir el resto de mi vida con un trozo de pan con queso me causaba un ataque de pánico, y sólo conseguía calmarme después de comerme 40 kilos de gofres de un puesto cercano. Debido a que me sentía culpable decidía correr la maratón de Nueva York, aunque cuando llegué la gente en vez de inglés hablaba pakistaní y vestían todos de amarillo. Me acercaba a preguntar a un hombre cómo se llegaba al metro, y éste en vez de responderme empezaba a expulsar humo por las orejas y a balbucear una extraña poesía en esperanto. Poco a poco su cara se iba transformando en la de Harry Potter, lo cual me provocaba un horror tremendo. Al apartar la mirada descubría que ya no estaba en Nueva York sino en Alcobendas. Inmediatamente decidía poner un bar al que llamaba “Soja para todos”.
40 años después, pobre y solitario, pasaba los últimos meses de mi vida escribiendo el Quijote, para descubrir al terminarlo que alguien lo había escrito ya antes. Ante tan mala noticia intentaba suicidarme clavándome un periódico en la rodilla, pero al no surtir efecto me desanimaba y compraba un equipo de béisbol que rebautizaba “Los cucarachos de Terranova”.

Desperté bañado en mi propio sudor, así que decidí no ducharme ya que un buen baño me parecía suficiente.

miércoles, 31 de enero de 2007

El viajero

No saber si se corre con ventaja o con desventaja, salir el primero y mirar hacia atrás, o ver cómo los demás te pasan y no los puedes alcanzar. Es un encogimiento de estómago hasta la garganta, llorar por olores que sólo se encuentran cada 15 años… moldear recuerdos que se expanden y difuminan/explicitan con el tiempo, porque cada vez los construimos más grandiosos. No entender una y otra vez, no entender otra y otra, y cuando por primera vez se entiende querer volver a perderse, sentir en el pecho las heladas de lo desconocido, sentir en la sangre los calores de lo recordado. Vivir yendo y viniendo y encontrando siempre, con miedo a que el miedo te atrape, el miedo a quedarse parado y que te alcancen y entonces ya no es divertido. ¿Pero entonces por qué volver a irse? Por buscar una y otra vez ese primer momento de angustia y certeza de la existencia de uno mismo, aunque sea en el dolor por dejar esa casa tan bonita… aunque un poco pequeña… siempre un aunque, porque al fin y al cabo de eso se trata, de no estar conforme en la puta vida de dios.

lunes, 29 de enero de 2007

Siguiendo a Don Quijote

Tardó más de veinte años en descubrir una importante lección. Creció convencido de las certidumbres, o queriendo estarlo. Se autodefinió escépticoempíricoindividualista, despreocupado o preocupado sólo por lo útilimportante, tangible. Se rodeó de papeles pintados que creyó paisajes y construyó una realidad alcanzable con la mano. Se pensó sólo y odió casi tanto como aquel gordo de familia irlandesa en Nueva Orleáns. Derribó puentes que ni siquiera habían sido construidos para evitar llegar a ningún lado, porque ya incluso por aquel entonces intuía que había un lugar al que era peligroso llegar, un lugar donde era posible ser herido y donde las garras de los demás te alcanzaban. Temió que si no construía su molde lo suficientemente rápido al final se quedaría sin él, no podría construirlo porque sería demasiado tarde. Se daría cuenta de que todo lo que había estado construyendo no era más fuerte que un simple abrazo, o una mirada de aprobación, orgullo o cariño. Y mientras lo pensaba lo descubría, y en un par de libros, o tres, leyó cosas que de tan simples nunca habría pensado por sí mismo. Y cuando se le vino todo abajo sufrió tanto que le dolieron partes de sí mismo que ni siquiera sabía que existían, y siguió caminando porque sentado no se puede tropezar. Y entonces encontró gente y lugares donde nunca antes había mirado, y empezó a construir un nuevo molde, aunque esta vez de confianza y sueños y deseos compartidos, un material mucho más resistente. Entonces el molde fue lo suficientemente fuerte, y un día encontró una frase y fue capaz de entenderla. La frase decía: “No creas que los soñadores son incapaces de cambiar el mundo, ellos son la única cosa que realmente lo ha cambiado.” Y entonces decidió buscar a aquel hidalgo e irse con él, y no hacer caso de su verdadero enemigo que les trataba de engañar con el cuento de que los gigantes eran en realidad molinos.

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