lunes, 29 de enero de 2007

Siguiendo a Don Quijote

Tardó más de veinte años en descubrir una importante lección. Creció convencido de las certidumbres, o queriendo estarlo. Se autodefinió escépticoempíricoindividualista, despreocupado o preocupado sólo por lo útilimportante, tangible. Se rodeó de papeles pintados que creyó paisajes y construyó una realidad alcanzable con la mano. Se pensó sólo y odió casi tanto como aquel gordo de familia irlandesa en Nueva Orleáns. Derribó puentes que ni siquiera habían sido construidos para evitar llegar a ningún lado, porque ya incluso por aquel entonces intuía que había un lugar al que era peligroso llegar, un lugar donde era posible ser herido y donde las garras de los demás te alcanzaban. Temió que si no construía su molde lo suficientemente rápido al final se quedaría sin él, no podría construirlo porque sería demasiado tarde. Se daría cuenta de que todo lo que había estado construyendo no era más fuerte que un simple abrazo, o una mirada de aprobación, orgullo o cariño. Y mientras lo pensaba lo descubría, y en un par de libros, o tres, leyó cosas que de tan simples nunca habría pensado por sí mismo. Y cuando se le vino todo abajo sufrió tanto que le dolieron partes de sí mismo que ni siquiera sabía que existían, y siguió caminando porque sentado no se puede tropezar. Y entonces encontró gente y lugares donde nunca antes había mirado, y empezó a construir un nuevo molde, aunque esta vez de confianza y sueños y deseos compartidos, un material mucho más resistente. Entonces el molde fue lo suficientemente fuerte, y un día encontró una frase y fue capaz de entenderla. La frase decía: “No creas que los soñadores son incapaces de cambiar el mundo, ellos son la única cosa que realmente lo ha cambiado.” Y entonces decidió buscar a aquel hidalgo e irse con él, y no hacer caso de su verdadero enemigo que les trataba de engañar con el cuento de que los gigantes eran en realidad molinos.

Blogger Templates by OurBlogTemplates.com 2007