martes, 23 de diciembre de 2008

Clint el bueno

Cuando se trata del bueno de Clint, la subjetividad inunda todos los puntos de mi cerebro desde donde se supone deben surgir los argumentos racionales. Alguien dice: “Sí, Million Dollar Baby no está mal, pero…” e inmediatamente pienso que es un completo idiota. Oigo: “Letters from Iwo Jima se hace lenta a veces…” y debo reprimir mis ganas de usar el codo para partir narices… Clint y la objetividad son para mí como el agua y el aceite.

El otro día vi Changeling (El intercambio), la última del señor Eastwood. Va de una señora que pierde a su hijo y cinco meses después se encuentra con que le devuelven uno que no es el suyo. La Policía de Los Angeles, gravemente desprestigiada en la época (y parece que ahora también), no se puede permitir el fracaso de un episodio tan aireado públicamente, e intenta que la madre se calle la boquita y se quede con el nuevo chaval, que encima es un malcriado. Ella (Angelina Jolie) protesta y protesta, pero ni caso. El jefe de la policía es un malo maloso que le hará la vida imposible a la buena de Jolie, a quien incluso llegará a meter en un psiquiátrico. Y aquí es donde la peli impresiona más. El hecho de que alguien esté loco o no parece no tener ninguna importancia en la institución mental, donde los límites de la cordura son tan difusos que dan miedo. Todo recuerda a ese genial cuento del genial cuentista Antón Chejov, llamado La sala número seis, que explora el tema con una aparente simpleza aplastante.

He leído críticas sobre la supuesta simpleza de los personajes, la falta de grises y la falta de fuerza del guión, en comparación con las últimas películas de Eastwood. Pero como siempre los argumentos racionales escaparon de mí en el momento en el que entré al cine y asistí a un grito más (uno más en la larga lista), del bueno de Clint contra la injusticia y en defensa de todos aquellos que son más susceptibles de sufrirla. Chapeau.

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