El viajero
No saber si se corre con ventaja o con desventaja, salir el primero y mirar hacia atrás, o ver cómo los demás te pasan y no los puedes alcanzar. Es un encogimiento de estómago hasta la garganta, llorar por olores que sólo se encuentran cada 15 años… moldear recuerdos que se expanden y difuminan/explicitan con el tiempo, porque cada vez los construimos más grandiosos. No entender una y otra vez, no entender otra y otra, y cuando por primera vez se entiende querer volver a perderse, sentir en el pecho las heladas de lo desconocido, sentir en la sangre los calores de lo recordado. Vivir yendo y viniendo y encontrando siempre, con miedo a que el miedo te atrape, el miedo a quedarse parado y que te alcancen y entonces ya no es divertido. ¿Pero entonces por qué volver a irse? Por buscar una y otra vez ese primer momento de angustia y certeza de la existencia de uno mismo, aunque sea en el dolor por dejar esa casa tan bonita… aunque un poco pequeña… siempre un aunque, porque al fin y al cabo de eso se trata, de no estar conforme en la puta vida de dios.