viernes, 18 de marzo de 2011

parece

Parece que fue en otra vida...

Esperábamos la noche de verano escondidos en tus sábanas, empapados en nosotros, y sólo volvíamos a la realidad cuando Ani dejaba de cantar y había que levantarse para cambiar el CD. Mirábamos adelante convencidos de que el mundo sólo existía cuando nos hablábamos bien bajito, al oído. Y darse de la mano era lo más grande que podía pasarnos y nos daba igual qué comíamos o a qué hora todos los demás se iban a la cama o se despertaban o hacían esas cosas que hacen todos los demás pero no nosotros... El abismo estaba ahí delante y nosotros saltábamos cada día, y teníamos tanta fuerza que a veces nos atrevíamos incluso a salir de tu habitación o a no estar juntos durante más de dos horas.

Y (o pero) pasaron los años y a veces nuestras (ahora nuestras) sábanas ya no eran tan cómodas, y a veces tú querías escuchar a Ani y yo no, o a veces yo quería escucharla y tú no. Y aún así encontrarnos cada vez al final del día era suficiente, y ya no esperábamos al verano sino a la vida, que iba a venir a buscarnos.

Y la vida en vez de venir a buscarnos nos llamó y nos dijo que a lo mejor no venía ese día que nosotros la estábamos esperando... y creíamos que estaba de camino, pero no llegaba. Y tú te impacientabas y yo me cansaba de esperar... y llegó un momento en que, sin darnos cuenta, descubrimos que encontrarnos cada vez al final del día no era suficiente, ¿pero qué íbamos a saber nosotros?

Cómo íbamos a saber que Ani iba a dejar de cantar y no íbamos a querer levantarnos para cambiar el CD, y que seríamos capaces de imaginar que se puede hablar en voz alta, y no al oído, y que la vida nos iba a llamar pero a cada uno a una hora y a un número diferente...

Parecía que no iba a ser otra vida... ¿pero qué íbamos a saber nosotros?

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