the age of...
Salieron al escenario vestidos de TRON con luces de colores fosforito, con alas de ángel y humo en el escenario. "Seven swans" suena recordándonos que, a pesar de todo lo que está por venir, Sufjan sigue nutriéndose esencialmente de la inagotable fuente bíblica. Y entonces empieza todo, y sin darte cuenta el concierto se acabó y no se sabe muy bien si todo fue una broma, o si Sufjan es el Bowie o el Beck (salvando las distancias) de nuestra época. El Auditori de Barcelona parece por momentos una rave, o un concierto de los Pet Shops Boys con Madonna como invitada estelar, o el coro de una pequeña iglesia irlandesa a las afueras de Cork, o un unplugged de Simon and Garfunkel, o el proyecto de fin de curso de un grupo de baile aficionado. Y el Auditori es todas esas cosas juntas, porque Sufjan no sólo se reinventa (todo el mundo que vale la pena se reinventa) sino que Sufjan abraza el camino más largo, el más difícil y el más intrincado, y se caga en todos aquellos que quieren oír otra nueva genialidad folk del ex-nuevo héroe del folk (Fleet Foxes tardaron poco en recoger la batuta), o un ejercicio de electrónica a lo James Blake o simplemente canciones melódicamente perfectas (como las de Illinoise). "Beats and loops" suelta en uno de sus speeches inter-canciones, beats and loops es lo que le pone ahora y lo que le hace tirar para adelante, a buscar cosas nuevas. A veces se pasó de denso, a veces se pasó de ruidoso, a veces incluso se rió demasiado de sí mismo, pero algo que no se le puede negar a Sufjan es que sigue, con un par de huevos, un camino por el que nadie ha transitado jamás.