Un buen fin de semana
Un buen fin de semana puede empezar en Avenida de América. Puede seguir con una cena con lasaña de maíz y tarta de zanahoria, regada con zumos de manzanas de algún caserío en el norte. Puede que haya una bonita comida con gente que nos quiere, puede incluso que una conversación interesante con alguien que no conoces. Un buen fin de semana puede tener el viernes por la noche un concierto emocionante, inspirador de músicas, melodías y sentimientos. Puede que una canción mueva cosas adentro que sólo necesitaban un empujón…
Puede que haya juegos y más comidas ricas, y postres y helados de dulce de leche. Y puede incluso que haya un mensaje, y una llamada, y un reencuentro como casi nunca hay. Un reencuentro que provoca cascadas de lágrimas y sonrisas a partes iguales, reencuentro inevitable, inaplazable, impenetrable excepto para unos pocos. Puede que sigan charlas de madrugada en una Gran Vía lluviosa, y una noche de descanso, por fin.
Y días de paseos en el Retiro, y tardes de mate con galletitas, y noches de carcajadas alrededor de una mesa con un mantel verde. Y puede ser que la música nos acompañe, durante todo el fin de semana. E incluso puede que una canción, dentro de muchos años, nos vuelva a poner los pelos de punta, y nos recuerde que a veces hay buenos fines de semana, de esos que, tal vez, no se olvidan.