Un sueño
Anoche tuve un sueño. Fue más o menos lo siguiente:
Yo estaba en un restaurante. Era un bebé y estaba en un carrito, y miraba comer a mi madre. Como no podía moverme del carrito y estaba hambriento empezaba a llorar. Debido a la ansiedad que la situación me provocaba, inmediatamente crecía hasta convertirme en un hombre gordo de unos 50 años. Salía del restaurante y me dirigía a una cabina de teléfonos. Rápidamente marcaba el número de una pizzería, y ordenaba una grande de mozzarella. Al cabo de un rato me empezaba a sonar el zapato y descubría que era un teléfono. Al atender la llamada era la pizzería, que me comunicaba que mi pizza en vez de media hora iba a tardar 20 años y cuando llegase tendría que casarme con ella. La idea de compartir el resto de mi vida con un trozo de pan con queso me causaba un ataque de pánico, y sólo conseguía calmarme después de comerme 40 kilos de gofres de un puesto cercano. Debido a que me sentía culpable decidía correr la maratón de Nueva York, aunque cuando llegué la gente en vez de inglés hablaba pakistaní y vestían todos de amarillo. Me acercaba a preguntar a un hombre cómo se llegaba al metro, y éste en vez de responderme empezaba a expulsar humo por las orejas y a balbucear una extraña poesía en esperanto. Poco a poco su cara se iba transformando en la de Harry Potter, lo cual me provocaba un horror tremendo. Al apartar la mirada descubría que ya no estaba en Nueva York sino en Alcobendas. Inmediatamente decidía poner un bar al que llamaba “Soja para todos”.
40 años después, pobre y solitario, pasaba los últimos meses de mi vida escribiendo el Quijote, para descubrir al terminarlo que alguien lo había escrito ya antes. Ante tan mala noticia intentaba suicidarme clavándome un periódico en la rodilla, pero al no surtir efecto me desanimaba y compraba un equipo de béisbol que rebautizaba “Los cucarachos de Terranova”.
Desperté bañado en mi propio sudor, así que decidí no ducharme ya que un buen baño me parecía suficiente.